MUNDO YORUBA
LA BELLEZA MÁS REFINADA DE UN AWO ES SU ÉTICA Y CONOCIMIENTO

Historia


MUNDO YORUBA
BABALAWOS


NUESTRA RELIGIÓN Y SU HISTORIA

Algunas personas se hacen esta pregunta ¿es una religión?, para todos los que aún tengan dudas al respecto, si lo es, y para ello, nos permitimos conceptualizar en primer lugar, lo que es una religión: "La religión es un sistema de la actividad humana compuesto por creencias y prácticas acerca de lo considerado como divino o sagrado, tanto personales como colectivas, de tipo existencial, moral y espiritual". Se habla de religiones para hacer referencia a formas específicas de manifestación del fenómeno religioso, compartidas por los diferentes grupos humanos. Hay religiones que están organizadas de formas más o menos rígidas, mientras que otras carecen de estructura formal y están integradas en las tradiciones culturales de la sociedad o etnia en la que se practican. El término hace referencia tanto a las creencias y prácticas personales como a ritos y enseñanzas colectivas. Partiendo de este concepto tomado de la página de Wikipedia, nos es mucho más fácil encuadrar dicho concepto hacia nuestras creencias, y de una vez y para siempre, quitarnos ese tilde satanizado de secta.

Ahora bien, hablemos de historia y conozcamos el origen yoruba...

El territorio yoruba abarca la zona de África occidental bañada por el océano Atlántico, se extiende por el este hasta el delta del río Níger. Situado al noreste entre Andra y Benin. Los yorubas, uno de los principales grupos étnicos de Nigeria y otros lugares de África, estimándose que su expansión por todo este territorio ocurrió entre el siglo VIII o principios del siglo XI. Creándose los principales reinos desde esta fecha hasta el siglo XIX que fueron: Owu, Ijebu, Ketu, Popo, Egba, Sabe, Dassa, Egbado, Igbomina; dieciséis principados Ekitis, Owo y Ondo; y un gran imperio que fue Oyo.

El imperio Oyo fue la zona yoruba más extensa y central. Algunos autores consideran que lo propiamente yoruba proviene de Oyo, y no les falta razón, pues fue este un imperio poderosísimo, de gran desarrollo y de un vastísimo poder sobre el resto de los pueblos a su alrededor, yorubas o no.

El imperio Oyo fundado a partir de 1400 controló y determinó la vida y el modo en que otros pueblos se desarrollarían. Situó a los yorubas y sus costumbres en el centro de su universo particular. Agrupó a estados no yorubas como el Dahomey, y no estaban integrados a él, otros estados yorubas como Ekiti e Ilesa.

Tanto es así, que la lengua yoruba entre los siglos XVI y XVIII se convirtió en lengua franca en gran parte de África occidental. Además de ser la lengua del comercio, del gobierno, de la religión y de los restantes aspectos de la vida social. Aunque la cultura en el territorio yoruba era en general uniforme existían variantes locales respecto al marco general, debido a las particularidades geográficas de cada región. Siendo la religión la fuente esencial de su cultura. Los yorubas vivían fundamentalmente en las ciudades, a diferencia del resto de los africanos que en su mayoría son campesinos. Debido a la posición estratégica que poseía Oyo, esto le permitió comerciar ampliamente; alcanzando un alto desarrollo industrial, donde despuntaba la fundición y la fragua, la producción de bienes de consumo como vestidos, productos para la alimentación, adornos, cosméticos, entre otros. El comercio yoruba era floreciente gracias a un sistema bien organizado de mercados periódicos comunicados entre sí por una red viaria bien desarrollada.

Oyo contó con un ejército muy desarrollado y suficientemente fuerte para respaldar la estructura del Imperio, por su poderosa caballería, su buena organización y su alto nivel de disciplina; aunque la fuerza del Imperio radicó en la diplomacia. Fue la unidad política de mayor estabilización en el área yoruba.

Para los yorubas Ilé-Ifé es la tierra de los más antiguos días. La alborada donde tuvo lugar la creación, donde el amanecer del día se vio por primera vez. Es el núcleo de todo el universo, la morada original de todas las cosas, la casa de los dioses y los espíritus misteriosos. El corazón que puso a correr la sangre por las venas de toda la nación yoruba.

Fue la capital del antiguo reino yoruba antes de la aparición del imperio Oyo. Tuvo un tipo único de crecimiento constitucional e histórico, no tuvo ejércitos, ni grandes jefes militares. Era la ciudad de las cuatrocientas deidades, donde se les rendía culto a todos los dioses nacionales conocidos. Famosa por sus obras de arte, especialmente la escultura.

Las características feudales que definen a este imperio están, también, muy marcadas. Partiendo de la base de su unidad social que se encuentra en el ebi, o lo que es igual a familia o descendencia, donde la noción de individuo aislado era francamente extraña; cada ebi poseía un sistema de relaciones bien definido y el criterio a través del cual se medían tales relaciones era la edad. La cual estaba determinada por la edad biológica y, además, por el momento de la llegada de un nuevo miembro a la familia. Por lo que era frecuente que los niños tuviesen mayor jerarquía dentro de la familia, que algunas mujeres que llegaban a ella después producto del matrimonio. Pues la pertenencia familiar es patrilocal.

Las jerarquías sociales yorubas se dividían en tres niveles: el Alafín -el rey-; los iyoye -los jefes-; y los habitantes que se distribuían todos en los diferentes ebi. Cada ebi se estructuraba de la misma manera, encabezado por el jefe de la familia. La noción de poder para los yorubas estaba perfectamente asumida y muy bien elaborada. Esta se basaba en dos conceptos fundamentales: agbara y ase.

El agbara es el concepto generalmente admitido de poder, aceptación de un individuo del poder que tiene respecto a otro, en el derecho que se le confiere de utilizar legítimamente o no la fuerza para alcanzar un determinado objetivo; esto es defendido en toda la sociedad. El ase es la autoridad. La autoridad investida de las instituciones. Es el estatuto constitucional; la voluntad colectiva del órgano constituyente cuyos límites los fija ella misma.

Además, para reforzar ambos conceptos se encuentra la religión. Ella es el vehículo mediante el cual pueden relacionar el cielo y la tierra; y el modo de que cada acción terrenal sea aceptada previamente por el cielo. La importancia de esta aceptación estriba en que sin ella es imposible realizar acto alguno en la tierra.

El sistema teológico yoruba basado fundamentalmente en dos tendencias de culto, en los dioses-orishas que representaban o eran fuerzas naturales y/o geográficas y en el culto a los antepasados. Sufrió ya en la propia África un proceso de racionalización que se fundamentó y consolidó en América, al amparo del sistema teológico-católico. Pero que desde su tierra originaria los dioses fueron y tomaron comportamiento humano. Tal es el caso de Shangó, que fue un personaje real e histórico, fue el tercer Alafín del imperio Oyo.

El desarrollo acelerado de la sociedad yoruba en tan sólo tres siglos, desde el momento que se funda el imperio Oyo comenzó a expandir su dominio por la mayor parte del territorio yoruba hacia 1400, hasta que comienza su declinación hacia principios del siglo XIX. Truncado por la presencia europea en las costas africanas que tenían el propósito del comercio de esclavos para el Nuevo Mundo. Subsumiéndolo en cruentas luchas intestinas y en costosas campañas militares, cuyo objetivo era apoderarse de la mayor cantidad de prisioneros de guerra para convertirlos en esclavos, y comercializarlos con los europeos.

La esclavitud en el África occidental era una institución tradicionalmente extendida, con características peculiares, de tipo patriarcal. Convivían amos y esclavos, y estos últimos poseían una relativa independencia. Incluso un hombre libre podía convertirse en esclavo si adeudara alguna cuenta, y hasta que ésta no fuese pagada su condición de esclavo se mantenía. La fuente principal de mano esclava se obtenía mediante los prisioneros de guerra. Es por ello que la esclavitud en la sociedad yoruba podía ser transitoria o permanente; y se otorgaba por un derecho consuetudinario que contemplaba una serie de figuras jurídicas.

Los primeros tratados de supresión de tráfico de esclavos firmados por España e Inglaterra se produjeron hacia 1790 y 1820; al mismo tiempo que se establecen las premisas económicas e ideológicas que permitían el desarrollo del sistema esclavista plantacional, que es la base y consecuencia del crecimiento acelerado de la esclavitud en el Caribe. El incremento de los yorubas hasta 1800 hacia nuestras costas fue discreto y fraccionado. Hasta la fecha la proporción mayor fue la carabalí con un 39.3%, luego los congos con un 31%, seguido por los mandingas con un 10.01% y en cuarto lugar los yorubas con un 5.3% del total general. En el período de 1790 a 1817, entraron a nuestras costas alrededor, de 1.250.000 esclavos, y ya hacia los finales de la década de 1830 entraban no menos de 160.000 esclavos anuales. Es durante esta década que la población yoruba aumenta y aún más en la década de 1840; luego en la siguiente comienza a descender. Solo La Habana (por tomar una referencia) tuvo una concentración mayor de esclavos yorubas en el período de 1839-1877, los yorubas representaron el 24.84% de todos los esclavos reportados. En la década de 1850-1860 los yorubas representaron el 34. 52% (López, 1990) de los esclavos de La Habana. Esto indica la creciente introducción yoruba en la capital y sus alrededores.

Los esclavos yorubas fueron los de mayor influencia dentro de nuestra identidad cultural debido a su mayor desarrollo sociocultural. Es por ello que su cultura tiene mayor persistencia, pues contribuyeron en la formación de la identidad de nuestros pueblos; y además, completaron espacios culturales de otros grupos africanos de menor desarrollo sociocultural.

Ya en los países con presencia esclava como lo fueron Cuba, Puerto Rico, República Dominicana, Panamá, Venezuela y Brasil entre otros, estos empezaron a practicar sus ritos y creencias, pronto fueron identificados como Lukumi, por su saludo característico "Oloku mi" que traducido al español significa "mi amigo", sin embargo, estas prácticas religiosas se hacían bajo la clandestinidad, ya que la ley española pretendió evangelizarlos, tal cual como paso también con cada una de las tribus originarias de todos los países conquistados, sin embargo, la descendencia africana guardo sus creencias que las hicieron prevalecer hasta nuestros días.

El clero y los comerciantes de esclavos mancillaron cada expresión humana y trataron a estos hombres como perfectos animales, no importándole nada, inclusive la matanza de sacerdotes (babalawos) era la orden del día y pagaban con "beneficios" a aquellos quienes dieran información acerca de donde se efectuaba alguna manifestación religiosa que fuera contraria a la que estos establecían, el clero apoyaba la esclavitud y de hecho hasta en sus sermones le inculcaban que era la obra divina que ellos tuvieran esta condición.

Nuestros esclavos, presos y privados de cualquier dignidad humana, encontraron un camino, un camino que más tarde fue y aún es criticado por muchos ignorantes que por claras razones no están consientes por lo que pudieron pasar estas personas, este fenómeno es conocido en nuestros días como “sincreción”, la cual pudiéramos conceptualizar como la tendencia a conjuntar y armonizar corrientes de pensamiento o ideas opuestas, cuando una primera religión influye sobre otra, también se le conoce como "sincretismo religioso", y es aquí cuando creyentes yorubas empezaron a identificar santos católicos con los suyos propios con la finalidad de hacer creer a la iglesia su éxito en torno a la evangelización, dando forma a nuestra religión actual.

Historias variadas cuentan como a veces hijos de hacendados enfermaban y no encontraban cura alguna, hasta que a través de las nanas o la servidumbre más cercana al patronato aconsejaban a estos a verse con un babalawo y este ayudaba a los niños, historias como estas y similares fueron permitiendo que en secreto y bajo la protección de algunos dueños de esclavos se permitieran ritos y bailes de tambor dentro de sus predios y hasta de forma oculta portaban collares significativos y alusivos a la religión.

Hoy en día nuestra religión ha tomado mucha fuerza, y se estima según algunas fuentes que se encuentra entre 100 millones de seguidores.




 
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