LA EXISTENCIA DE DIOS
MUNDO YORUBA | BABALAWOS
LA EXISTENCIA DE DIOS
Los primeros viajeros coincidieron en que el pueblo yoruba creía en un gran Dios, que le adscribían una posición única en su religión, que lo concebían como muy remoto y poderoso, que no le rendían culto alguno, que creían que había delegado sus poderes en dioses secundarios. David Nyendel (citado por Verger) expone desde su perspectiva cristiana: "tienen una idea muy buena de Dios, pues creen que es todopoderoso, que está presente en todas partes, lo gobierna todo con su providencia, lo sabe todo y es invisible, lo que les obliga a decir que no sería bueno representar a Dios con ningún tipo de imagen, pues es imposible reproducir lo que no se ha visto. Por esta razón tienen muchas imágenes de falsos dioses, a los que consideran mediadores entre Dios y la humanidad. No tienen estatuas particulares para representar al diablo; la única diferencia reside en sus intenciones, pues si en una ocasión hacen sacrificios a Dios ante la misma imagen, de modo que el mismo objeto es empleado por ellos para usos completamente opuestos".
Browen (citado por Verger, pág 6), por su parte escribe: "No le hacen sacrificio alguno a Dios porque Él no necesita nada; pero los orichas, que son muy semejantes a los hombres, se complacen en recibir ofrendas. Tratan de propiciarse a los mediadores, u orichas para que éstos les den su felicidad, no por su propio poder, sino por el poder de Dios".
R.P. Blaudin, nuevamente citado por Verger (1994; pág 6) reseña: "los negros no tienen estatuas ni símbolos para representar a Dios. Lo consideran el Ser Supremo y Primordial, autor y padre de los dioses y espíritus. Al mismo tiempo, creen que Dios, tras dar inicio a la organización del mundo, le encargó a Obatalá que lo terminara y gobernara; luego se retiró y se entregó a un descanso eterno, en busca de su propia felicidad. Es demasiado grande para mezclarse en las cuestiones del mundo y, como un rey negro, se dedica al ocio y a dormir".
Por otra parte, R.P. Bouche (en Verger, pág 6) desde una interpretación occidental escribe: "piensan que Dios es demasiado grande para ocuparse de Él, y que ha delegado el cuidado de los negros a los orichas. Es el amo del Cielo, y disfruta de un apacible descanso, reservando sus favores para el hombre blanco; por eso, es natural que los blancos se ocupen de Dios. Los negros, por su parte, sólo deben entregarles sus sacrificios, sus ofrendas y sus oraciones a los orichas. Dios lo quiere así; Él desprecia sus homenajes, y por tanto sus esfuerzos deben dirigirse a hacer que los orichas les sean propicios". Y finalmente, el Reverendo Samuel Johnson (en Verger, pág 6) expone: "creen en la existencia de un dios todopoderoso. Lo conocen como creador del Cielo y de la tierra, pero demasiado remoto para estar en contacto directo con los hombres y sus asuntos; por ello admiten la existencia de muchos dioses intermediarios, a los que llaman orichas".
Esta visión yoruba sobre el Ser Supremo, presente en otras tradiciones religiosas a lo largo de la civilización, y entendido (no conceptualizado) básicamente como fuerza o energía pura, es recogida en un relato que data de 1864 realizado por R.F. Burton en "A mission to Gelele. King of Dahome" de la siguiente forma: "al ser incomprensible, el Dios supremo es juzgado demasiado alto para el bajo nivel de la humanidad, y en consecuencia no es temido ni adorado. Este sentimiento casi universal entre los negros se corresponde con la visión de muchos pensadores europeos, antiguos y modernos, que consideran a Dios la causa de todas las causas y la fuente de la ley, en vez de un hecho personal y local. Este sentimiento por lo menos salvó a los negros del antropomorfismo, una peculiaridad de la raza aria, cuya hostilidad a un teísmo puro se deriva, aún en tiempos actuales de una fe semítica que se ha convertido en el credo de la Europa moderna. Los dos extremos se encuentran así, pues tan radical es la identidad de opinión de que la deidad de los negros, si se la disocia de sus símbolos físicos, se aproxima mucho a la idea del filósofo" (Verger: 1994; pág 11).